Por Coppel

La vida la vamos construyendo de especiales momentos, de aquellos que nos hacen esbozar una sonrisa y que nos aprieta el corazón de emoción y felicidad, de instantes que se vuelven únicos, y que guardamos en un rincón mágico de nuestros pensamientos.

Si contáramos las veces que algo pequeño pero significativo nos hizo explotar de felicidad, seguramente nos asombraría saber que ocurren recurrentemente, que pasan por delante de nuestros ojos sin previo aviso, y que muchas veces no nos hace detener.

Un abrazo a quien más lo necesite, un saludo a la persona que camina de nuestro lado o simplemente dar las gracias, se convierten en importantes gestos que podrían cambiarlo todo, de un momento a otro.

Definitivamente lo cambian todo, y cómo no, si detrás de esos pequeños y hermosos gestos está la buena intención, la inocencia y la confianza en todas sus dimensiones, que alimentan el alma, que son todo lo necesario para construir un mundo feliz.

Los mejores deseos nacen de la pureza del corazón, de un sentimiento que nos impulsa a querer hacer a otros tanto o más felices de lo que somos nosotros mismos, a construir con buenas intenciones la felicidad de aquellos que son parte de nuestra vida.

Cuando decimos que un gesto lo transforma todo, nos referimos a la enorme retribución que siente el alma con una sonrisa en señal de agradecimiento.

De ahí en adelante comprobamos que un momento, una palabra, o una mirada son la manera que la vida tiene de decirnos que vibrar con los mejores deseos son para siempre.

Así vemos la vida nosotros, y así también la ven Coppo y Caty…

¿Quieres saber cómo termina esta historia? Espera hasta el 1 de diciembre y comparte los #MejoresDeseos