Sin embargo cada lágrima derramada, vale la pena.
Eres de mis recuerdos más lindos, de esos que no se olvidan, esos recuerdos que me sacan una sonrisa cada vez que vienen a mi mente, y esos que me hacen sentirlo todo una vez más. Pero también eres de mis recuerdos más oscuros, los más dolorosos y tristes. Eres de esos recuerdos que cuando vienen a mi mente es inevitable sentir una lágrima caer sobre mi rostro. De esos que causan más nostalgia de la que podía imaginar, y de esos recuerdos que traen a mi mente cosas del pasado que quisiera tener en este momento.
Sería lindo que tus recuerdos sólo me trajeran alegría y amor. Pero la verdad no es así, porque me traen más lágrimas de las que debería derramar, y más tristeza de la que puedo soportar.
Hace tiempo me había prometido a mí misma que no volvería a sufrir por amor, que no derramaría ni una lágrima por una persona que no merece mi llanto. Y aun así, estando tan segura de poder cumplir una promesa que me hice a mí misma para evitar dolor y sufrimiento, aquí estoy, una vez más, en el mismo sillón, con la misma frazada, y con las mismas lágrimas que prometí no volver a derramar, llorando porque otro sapo que parecía príncipe se cruzó en mi camino.
Pero ahora entiendo lo tonta e ilusa que fui al prometerme no volver a llorar por amor. Porque a pesar de todo, llorar es lo que nos hace crecer, y sobre todo aprender de las malas experiencias.
Después de todo, la vida es como una rueda, por momentos estás arriba y por momentos abajo. Cuando te encuentras arriba tienes que estar listo para volver a caer, y cuando estás abajo tienes que estar preparado para levantarte y subir.
Así que por segunda vez, acurrucada con mi manta, en el mismo lugar de antes y con las mismas lágrimas derramadas, me prometo “llorar cada vez que las lágrimas quieran caer, pero luego levantarme, para así poder caer otra vez”.
Al fin y al cabo, de eso se trata la vida, de caer pero luego levantarte, sin importar cuántas veces caigas.