“Se subió, encendió el motor y luego la radio. Antes de poner marcha atrás vio una extraña nota en el parabrisas delantero”.
La vida toma muchos rumbos y hay ocasiones en que nos puede dar una gran sorpresa o una bofetada como en esta historia. Un tipo fue a visitar a su madre al hospital y después de estar unas horas con ella en su cuarto volvió a su coche y se topó con una extraña carta que estaba en el parabrisas de su coche. Al final le hizo darse cuenta de algo muy importante en su vida:
La madre de Alfonso tuvo un problema al corazón. Le habían dicho que tenía que cuidarse, pero ella no le hizo caso al doctor. Le encantaban los frutos secos y esas frituras saladas. Además del alcohol y los cigarrillos. No es una persona con sobrepeso pero el médico ya le había advertido que si no cambiaba su alimentación podía sufrir algún problema. Su colesterol estaba bastante alto. Alfonso lo sabía porque siempre la acompañaba a sus exámenes. “Está más cerca de los 70 que de los 30 como ella cree… no es una jovenzuela”, le decía a sus amigos cuando lo molestaban por cuidar de su madre como si fuera una anciana.
Con Alfonso era como si se hubieran invertido los roles: Él vigilaba que su madre no hiciera esto ni lo otro. Incluso intentaba castigarla sin sus cosas favoritas a veces. Ella no le hacía mucho caso. A una mujer de sesenta y tantos. Divorciada. Madre de tres, los otros dos vivían en otro país, era difícil corregirle los vicios de toda una vida. Alfonso vivía con ella. Nunca se casó. A pesar de las quejas de su mamá, esa ave llamada Alfonso jamás voló del nido.
Pero lo que le sucedió el otro día a Alfonso lo tomó por sorpresa. Su madre estaba internada por el colapso que tuvo. Una taquicardia muy fuerte según le contó él a sus amigos. El médico le dijo muchas cosas y Alfonso sólo entendió pericardio, que era una parte del corazón. Eso bastó para que decidiera internarla por 3 días en el hospital. Los doctores le dijeron que con uno era suficiente. Sólo necesitaban hacerle unos exámenes. Alfonso pensó que era gravísimo. Pero lo que le hizo volverse loco no fue ni su madre ni nada que haya hecho. Fue lo que sucedió después de que la fue a visitar por primera vez.
Alfonso bajaba por el ascensor del hospital al piso -3 donde estaba su coche. Jugaba con las llaves que estaban en su bolsillo como solía hacer cada vez que sentía que estaba cerca de su coche. Caminó dando largas zancadas y llegó a su Toyota Corolla rojo del año 94. Se subió, encendió el motor y luego la radio. Antes de poner marcha atrás vio una extraña nota en el parabrisas delantero. Era un papel rosado de esos Post It que tenía forma de corazón. “Curioso”, pensó.
Esto decía la nota:
“Hola guapo te vi caminar tan veloz que no alcancé a hablarte. Te dejo mi número de teléfono para que me llames. Todavía no te he olvidado, Alfonso. No me puedes dejar así. ¡Llámame! xxxxxx”
¿Cómo una completa desconocida podía saber su nombre? “¿Quién podrá ser?”, pensó Alfonso durante toda la noche. No pudo dormir. Incluso soñó que una mujer lo llamaba y él corría detrás sin nunca poder alcanzarla. Despertó sudando.
Llamó, pero al día siguiente se le cayó el papelito rosado frente a su madre mientras intentaba sacar el celular del bolsillo. Ella lo leyó a pesar de sus quejas de que era algo privado. Lo molestó casi por tres horas para que llame. Lo terminó convenciendo.
Tuvo una larga conversación telefónica en la terraza de su apartamento. Era una ex novia de la secundaria. ¿Lo habrá estado siguiendo?
Nunca lo supo. Se juntaron más de una vez. Ahora están pensando en mudarse juntos. La madre de Alfonso está cruzando los dedos.