“El 40% de las niñas terminaban dejando la escuela por algo tan cotidiano como la menstruación, por la falta de acceso a productos sanitarios”.
En Uganda un paquete de toallas higiénicas cuesta 75 centavos de dólar. Quizás en el país en que vives sea poco, pero en ése lugar se trata del equivalente a un día entero de trabajo bajo el sueldo mínimo. Por eso el calzón reutilizable que creó una latinoamericana ayudó a numerosas jóvenes a tener acceso a una menstruación más cómoda y limpia. Entérate a continuación.
Diana Sierra, la creadora del útil invento, viajó a Uganda el 2011 y -según la BBC- creía que sabía del país.
Sin embargo, una vez allá se enfrentó a una realidad que no conocía: cómo la menstruación puede dificultar la educación de las jóvenes.
“El 40% de las niñas terminaban dejando la escuela por algo tan cotidiano como la menstruación, por la falta de acceso a productos sanitarios”
-Diana Sierra, en conversación con la BBC-
Según explicó Sierra a la BBC, muchas niñas utilizaban trozos de tela o incluso paja entre las piernas para poder asistir al colegio cuando estaban con su período.
Esos materiales tan duros les provocaban llagas y ampollas con el movimiento de las piernas al caminar, y una vez que llegaban al colegio no se levantaban de las sillas por miedo a que la sangre hubiese traspasado el material.
Otras optaban por faltar a clases los días que tenían su menstruación -unos cuatro o cinco días al mes que, sumándose en el año, provocaban una pérdida importante de lecciones- o incluso algunas creencias las forzaban a mantenerse en sus casas y no salir.
El primer prototipo creado por Diana estaba hecho con una tela de sombrilla y un pedazo de mosquitero.
“La tela de sombrilla sería la parte impermeable, la que evitaría que la ropa de la niña se manchara”
– Diana Sierra.
Sobre esa área impermeable cosió un bolsillo en que las niñas pueden insertar una tela para reemplazar y lavar la que se vaya ensuciando.
Viajando supo que en otras partes las niñas de escasos recursos no tenían acceso a ropa interior, así que modificó el prototipo para hacerlo un calzón reutilizable con espacio para reemplazar la tela.
El resultado fue avanzando y finalmente decantó en Be Girl, una compañía que crea ropa interior adaptada a ese modelo y que maneja junto al ecuatoriano Pablo Freund.
A pesar de que este tipo de productos son una ayuda para las pequeñas que no pueden comprar toallas higiénicas, Diana enfatizó en que hay otra necesidad que es menos concreta: el educar a las pequeñas respecto a la menstruación.
Recuerda, por ejemplo, que en un taller de Be Girl en Colombia una niña le preguntó si podía embarazarse de un animal salvaje al meterse al agua cuando estaba con su período.
La idea de Be Girl, sin embargo, no se limita a la ayuda social: sus dueños también creen que el producto es una alternativa sustentable a las toallas higiénicas desechables.