Debían tener ojos azules, pechos grandes y un ombligo proporcionado.
En la época de la Segunda Guerra Mundial muchos soldados se veían en la “necesidad” de saciar sus deseos sexuales no precisamente con sus mujeres. En las ciudades, sobre todo de París, se sabía perfectamente que las prostitutas abundaban y estaban en todas partes. Conseguirse una noche de placer no era cosa difícil para nadie.
Fue entonces cuando Hitler, quien estaba de sobremanera preocupado de que la raza alemana no fuera contaminada con nada que no fueran genes arios, decidió que su ejército no tocaría a ninguna chica que estuviera ejerciendo este tipo de trabajo y así evitar las numerosas enfermedades que contraían los otros hombres como sífilis y gonorrea.
“El mayor peligro de París es la presencia generalizada e incontrolada de las putas, captan clientes en bares, salas de baile y otros lugares. Es nuestro deber evitar que los soldados pongan en peligro su salud“
-El problema para el Führer en palabras del general de la SS, Heinrich Himmler. El Clarín-
¿Cómo solucionó el problema entonces? Bueno, los soldados no se iban a quedar con los brazos cruzados. Así que Hitler ideó la manera de mantenerlos contentos: crear muñecas inflables para cada uno de ellos, con características de raza aria.
El proyecto se llamaría Broghild, y cada una de ellas debía tener los ojos azules, ser rubia, esbelta, de tez blanca y en palabras de Hitler “un ombligo bien diseñado”. La primera que se ordenó hacer debía medir 1,76, tener labios y pechos grandes, y sus piernas y brazos proporcionados.
Estos artefactos sexuales estarían en las mochilas de todo el ejército alemán. Las modelos quienes posaron para los prototipos fueron las deportistas Wilhelmina von Bremen y Annette Walter, que sin problemas dijeron que sí, ya que en un principio se le solicitó a la famosa actriz Käthe von Nagy pero se negó rotundamente.
Broghild, a cargo de Heinrich Himmler, a pesar de estar listo para salir al mercado de la guerra, no vio la luz. Un bombardeo a la fábrica ubicada en Dresde, evitó que las millones de muñecas destinadas a satisfacer los deseos sexuales de los hombres, estuvieran entre las pertenencias de supervivencia para la guerra.