El presunto culpable dice que el resto de la historia «prefiere no recordarlo». #NiUnaMenos
Florencia Aguirre tenía 10 años. “Siempre sonreía con sus ojos pequeñitos”, según su profesor de música, Felino Osses. Florencia tocaba el clarinete y tenía buenas calificaciones. Era cariñosa, tranquila y feliz. La noche del 14 de Octubre fue declarada desaparecida y se inició una búsqueda por todo Coyhaique para encontrarla, hasta que en la madrugada su padrastro, Cristián Soto García, confesó que en la mañana del día anterior había llegado a la casa borracho y se había metido en la cama de Florencia, a las horas despertó con la sensación de haber hecho algo malo. La niña ya no estaba.
Encontraron su cuerpo enterrado bajo el cuarto de la leña.
Había sido asfixiada con una bolsa, encajada dentro de un basurero y quemada mientras estaba inconsciente, pero viva. Actualmente se están haciendo los exámenes para determinar si sufrió algún tipo de abuso sexual.
Cristián Soto García reconoció recordar haber cavado su tumba, pero el resto “prefiere no recordarlo”.
Estoy segura que a Florencia le gustaría tener esa opción.

Este horrible crimen se suma al oscuro panorama que viven las mujeres en Chile, sobre todo las de zonas remotas y de escasos recursos. El Informe Mundial sobre Violencia y Salud de la OMS (2002), señala que entre el 50% y el 70% de los asesinatos de mujeres son cometidos por sus parejas actuales o anteriores, mientras que sólo el 5% de asesinatos de hombres se debe a ataques de sus parejas. Y esta cifra no engloba la violencia sufrida por hijas de mujeres maltratadas, o el hecho de que la gran mayoría de los abusos sexuales vienen de figuras familiares.
Según el Servicio Nacional de la Mujer, en el 2008 se registraron 59 femicidios. El 2011, 40 asesinatos a mujeres. 2015, 45, y en lo que va de 2016, 39.

Vale mencionar que para funciones legales, femicidios sólo cuenta la violencia entre parejas. Algunos casos de este año:
Karen Wilson fue asesinada por su esposo que luego paseó su cadáver por la ciudad.
Yuliana Acevedo fue estrangulada y descuartizada por su pareja.

Nelly Leyton murió de un hachazo en el cuello.
Yuri Alvares fue asesinada a martillazos por su esposo.

Alison Calderón de 17 años fue enterrada en el patio de su colegio.
Yenery Carrasco fue estrangulada y escondida bajo una cama.
Y no murió, sólo fue encontrada en la calle semidesnuda, con hipotermia, sin dientes y sin ojos. Se los habría sacado su esposo a golpes: Nabila Rifo, en Coyhaique, la misma ciudad en que murió Florencia.
Es verdad que estamos en un mundo donde hay violencia en todas partes y de muchos tipos, pero no podemos abarcar todo. Al centrarnos en la violencia de género estamos hablando de un problema específico, para poder enfrentarlo. Todas estas mujeres son diferentes, vienen de diferentes lugares, tienen diferentes edades, se mueven en diferentes horarios— existe esta tendencia a tratar de razonar las muertes de forma aislada, que al final es terrible para todos. “Si sólo no hubieran salido de noche”, “si sólo no hubiesen andado solas”, «si sólo se hubiese vestido de otra manera»:
YA BASTA.
¿Cuantas van a tener que morir antes de que admitan el verdadero patrón? Estos crímenes ocurren porque algunos hombres todavía ven una mujer y no reconocen a una persona. Esa es la violencia de género. La violencia que ocurre por haber tenido la mala fortuna de nacer mujer. Y nuestro grave, grave problema es que la cultura lo avala.

Matías Huerta, un ex-candidato a concejal en Talca, fue grabado en audio por su novia mientras la agredía. Ella le rogaba que parara y él sólo se preocupaba de enfrentar a un “otro” al que ella se había atrevido a contactar. Es una exhibición del machismo en plena: No le importa ella, porque no es una persona. Le importa defender el hecho de que sea “suya”. La infantiliza. Actua como si fuese ella la que está actuando irracionalmente. ¿En qué parte de eso la trata como una persona?
Cristián Soto puede «no recordar» haber asesinado a Florencia, pero confesó haberse metido a su cama.

Esto no es sólo un problema de clases. Ni siquiera es sólo un problema chileno. Todavía no nos dejaba de doler Lucía cuando perdimos a Florencia. Latinoamérica está enfermo de machismo y sus mujeres están muriendo. La cura está en un cambio cultural y eso es lo único bueno que podemos decir sobre esto: La cura está en ti y en mí, y en todos. La cura, la forma de salvar a algunos de nuestros seres más queridos, está en reconocer el machismo y extirparlo. No perdamos más seres queridos.