Por Lucas Rodríguez
21 November, 2019

La ciencia lo dice: el ritmo de las olas, la inmensidad del agua y el azul del cielo, acaricia a nuestro cerebro y lo relaja.

Hay pocos lugares a los que las personas tengamos una reacción tan inmediata e innegable, como el mar. Pocos lugares en el mundo nos envuelven de manera tan inmediata como esa inmensidad de agua salada, rodando hacia adentro y hacia afuera, sin ninguna preocupación aparte de llevar a cabo la misma tarea que viene realizando desde mucho antes de que nosotros llegáramos a este mundo. Solo pensar que la vida se inició en el agua nos hace pensar en lo lógico que es sentir una afinidad así de clara e instantánea hacia las olas y su flujo.

Pero si dejamos que la ciencia añada su voz al coro interminable de quienes cantan a las maravillas del mar, nos daremos cuenta que hay una relación directa e inmediata entre nuestros bienestar, y el flujo de las olas.

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En los resultados a los que llegó una investigación realizada por la Facultad de Ciencias Marítimas de la Universidad de Kobe, el mar, sus olas y su música, entran directamente a nuestro cerebro. Los patrones sonoros son reconocidos por nuestra menta, desatando una ola inmediata de calma y placer. Los granos de arena entre los dedos de los pies, junto con los colores y aroma del océano, relajan a la menta. Esto a la larga, tiene efectos positivos en la salud mental de las personas, por lo que no hay nada más recomendable que residir cerca del mar. 

Yendo a lo específico, la parte del cerebro que recibe los efectos del mar es la corteza prefrontal. Esta parte de nuestra mente es la que se dedica a evaluar las emociones y realizar las reflexiones personales. En otras palabras, el mar tiene un efecto en nuestras emociones que puede ser similar o incluso más fuerte al que puede llegar a inspirarnos una persona querida. 

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No es primera vez que los estudios señalan a las personas que residen cerca del mar como los más felices del mundo. Por mucho que las grandes ciudades tengan el atractivo de ser donde se puede hacer más dinero o estar conectado con las escenas artísticas más fascinantes, nada supera al conocimiento ancestral. Quizás es por eso que todas las grandes ciudades del mundo fueron fundadas con un río en su centro: si no podían estar frente al mar, al menos iban a tener un flujo de agua corriendo por su corazón.

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Por eso es que dicen que el mar es sabio.

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