Probablamente muchos lo conozcan, pero como nos cuesta apreciar la belleza que nos rodea, no lo notamos mucho.
Nos cuesta mucho apreciar la real belleza de las cosas, sobre todo de la naturaleza. Nos cuesta valorar lo que tenemos, hasta que lo perdemos. Los animales, la vegetación, los árboles, el agua, etc. Todo eso ha ido perdiéndose, pero llegará el punto en que lo extrañemos y nos recriminemos por no apreciarlo como se debió.
El flamboyán es un árbol simplemente hermoso, que suele estar más cerca de lo que creemos, pero como siempre, lo apreciamos poco. Nos deleita en primaveras, adorna nuestras ciudades y calles, tiñendo todo con sus pincelazos rojos. Es una maravilla de la madre naturaleza, que debiésemos estimar como corresponde.
Pertenece a la familia de las fabáceas, de los árboles más coloridos del mundo, con flores rojas, anaranjadas, lilas y con una gran intensidad. Es “oriundo” de Madagascar, pero hoy se extiende por muchos lugares del mundo, pues para sobrevivir necesita de calor y humedad. No es para nada exigente.
En territorio centroamericano es bastante común, pero obviamente poco apreciado.
En México en particular, es bastante común verlo en varios estados, adornando cada calle y alegrando nuestros paisajes.
Este bello ejemplar puede alcanzar hasta 12 metros de altura, demorando hasta 10 años en crecer plenamente. Tiene un follaje denso, con grandes flores y pétalos de hasta 8 cm de longitud.
Entre mayo y agosto comienza a florecer, deseando el calor del sol para estirar sus ramas y embellecer las ciudades.Cabe destacar que habita climas tropicales y subtropicales.
A veces se utiliza en instrumentos de percusión, particularmente sus semillas. En algunos lugares de Colombia se da como alimento para ganado.