Los amigos no se coleccionan, pero sí los recuerdos vividos con ellos
Nunca he sido creyente de la idea de coleccionar cosas o de contar todo lo que tengo. No vivo con muchas cosas materiales, pues privilegio más los buenos momentos compartidos con quienes amo. Más aún con mis amigos.
Aunque siempre he tenido pocos amigos (y no es por ser amargada ni nada por el estilo), soy una de esas personas que puede decir que es posible contar cuántos amigos tiene sólo usando los dedos de una mano. Y eso está bien. Admito que tengo pocos amigos, pero que los mejores que jamás habría podido tener. Porque, para mí, es más importante contar con unos pocos, que verme rodeada de amistades falsas. No necesito más.
No necesito tener un auditorio completo para que escuche mis confesiones. Solo necesito a esas tres personas que me han acompañado siempre, pues considero que es mucho más valioso saber que puedo confiar en ellos y que siempre estarán ahí. Prefiero coleccionar recuerdos y bellos momentos con mis amigos, que coleccionar diferentes personas a quienes ofrecerle mi amistad. Después de todo, ¿cuántos de todos esos amigos que tienes son, en realidad, los verdaderos? ¿cuántos de ellos estarán ahí a tu lado sin esperar algo a cambio? ¿cuántos de ellos jamás te juzgarán?
Un buen amigo es mucho más importante y valioso que una docena de personas que te ofrezca una amistad interesada. Un buen amigo siempre es más valioso que un grupo entero de personas que sólo te busquen en los mejores momentos, y te abandonen en los peores.
La verdadera amistad no se cuenta con números, ni con la cantidad de personas que la componen. Se nutre de recuerdos, de momentos, de experiencias y del cariño que un amigo de verdad te pueda entregar.
Porque la calidad de la amistad es mucho más importante que la cantidad de amigos que tengas. Porque una amistad de calidad jamás te abandona. Jamás te traiciona.
Jamás se compara con los demás.
Valora a tus amigos.