“Los estudios me alejaron de todo lo malo que pasa afuera. Esa era la rutina. En el cole desayunaba, y cuando salía iba al polideportivo donde jugaba al fútbol”, contó Lucas Celsio, quien no tuvo dónde vivir desde los 3 años. Por fortuna, cree en el trabajo duro para conseguir las cosas.
Hay personas que, a pesar de los enormes obstáculos que se les presentan en la vida, están dispuestos a que eso no los detenga. Así es el caso de Lucas Celsio, un joven argentino de 18 años de edad el cual tuvo que vivir 6 años en la calle pero nunca abandonó los estudios.
El joven ha tenido que vagar por las calles de Buenos Aires desde los 3 años de edad, luego de que abandonó la casa de su abuela, Margarita, en el barrio de Agronomía, donde vivía con su madre, Marisa, junto a tres hermanos menores, según reseñó Infobae.
“Mi abuela falleció y no le quisieron renovar el contrato de alquiler a mi madre. Ella estaba desempleada, así que nos dejaron en la calle”, recordó el joven a en conversación con este medio.
Desde ese momento pasaron 6 años en los que tuvo que vivir en las calles sin otra opción. Comer tampoco era seguro, por lo cual pasaron hambre tantas veces así como improvisaban lugares para dormir, que solían instalar en plazas de la capital argentina.
“Si el clima estaba lindo, no hacía frío o no llovía, armábamos una carpa sobre la arena“, dijo, mientras destacó que en los días de invierno iban a interiores de edificios donde lograban ingresar o en entrada de hospitales.
Incluso, en algunas ocasiones, vecinos de la localidad le prestaban su vehículo sin batería, el cual no usaban, parar que durmieran dentro. “Dormíamos como podíamos, me acuerdo que a veces me tenía que bajar del coche en la noche para estirar las piernas porque se me acalambraban y me dolían. Estar en el auto era mejor que en la calle porque ahí tenía miedo de que alguien nos robara o me raptaran“, dijo.
Algo importante durante su vida en esta etapa tan difícil fueron las clases, porque nunca faltó a ninguna. Cada día iba hasta una estación de servicio en las mañanas para arreglarse y en las noches incluso estudiaba bajo la luz de algún poste.
“Los estudios me alejaron de todo lo malo que pasa afuera. Esa era la rutina. En el cole desayunaba, y cuando salía iba al polideportivo donde jugaba al fútbol. A mi mamá recién la veía cuando volvía de sus changas (trabajos)”, expresó.
Gracias a que su caso se hizo mediático, en 2014 consiguieron apoyo para tener un lugar finalmente. “El día que obtuve mi título de primaria recibí la noticia de que íbamos a tener un techo. No tuve tiempo para festejar con mis compañeros“, recordó, haciendo énfasis en lo bien que se sintió estar su propia habitación.