Michelle Ríos, de 12 años, hace más esfuerzos que un joven argentino promedio para estudiar, pero cuenta con el apoyo de sus padres. “Mi deseo es terminar los estudios y que nunca me falte nada para la escuela”, dijo.
Hay personas que desde muy temprano en la vida sabe lo que quieren y luchan por eso. Michelle Ríos, a sus 12 años, es un ejemplo del esfuerzo que deben hacer algunos contra todo obstáculo.
Esta pequeña del barrio Mendieta, en las afueras de la ciudad de Concordia, Entre Ríos, Argentina, sueña con ser abogada y por ello pelea cada día contra la adversidad, que es mucho viniendo de un entorno humilde, según reseñó La Nación.
Para conseguir su principal objetivo, se levanta cada día antes de que salga el sol y se va con su padrastro, Carlos, caminando hasta la escuela. En su mochila lleva solo un lápiz, una goma para borrar y una carpeta, así emprende su viaje diario de una hora por el campo.
Recorren a pie un tramo y otro en bus, para llegar a las 8:00 am a la Escuela General San Martín Miguel de Güemes. No importa el mal clima, no hay excusas para faltar a ninguna clase.
“Mi deseo es terminar los estudios y que nunca me falte nada para la escuela“, comentó la chiquilla en conversación con La Nación.
Michelle entiende bien las carencias por las que atraviesa su familia, pero no deja que eso la afecte. “Hay juguetes que siempre soñé tener y nunca pude. Cualquier criatura ve algo en el centro y se ilusiona con tenerlo, y siempre me prometían que me lo iban a comprar y nunca podían. Las otras se burlaban diciendo ‘mirá yo tengo esto y vos no lo tenés’. Y uno se conforma con lo que tiene”, dijo Michelle.
De acuerdo a este medio argentino, Concordia es una de las ciudades más pobres de todo el país suramericano, mientras Mendieta es uno de los tantos barrios humildes, donde hacen vida jóvenes como Michelle que deben esforzarse el doble para acceder a la educación, además de lidiar con otros problemas.
“Hay muchos chicos malnutridos porque al no tener los padres acceso a un trabajo digno, se complica la alimentación. Hay un solo merendero pero no alcanza a suplir tanta necesidad. Los chicos tienen muchas ilusiones pero poco acceso a oportunidades. Lo que para otros es fácil, a ellos les cuesta el doble”, dijo Lidia Liand, voluntaria de Cáritas Concordia.
La familia de Michelle no escapa de esa situación. Su madre quedó embarazada como adolescente y abandonó la primaria, mientras su padre solo llegó hasta segundo grado. “Era dejar la escuela o mi hija, y yo elegí a mi hija. Al principio tuve miedo y nos fuimos criando juntas”, dijo su madre, Silvia Zalasar.
“Yo lo que quiero es que no le pase lo mismo que me pasó a mi y que ella tenga un futuro mejor“, añadió.
Por ello, a pesar de tener poco qué ofrecerle a su pequeña, hacen lo que esté a su alcance para acompañarla en la lucha por sus sueños. “Que mi papá esté sin trabajo es difícil porque no conseguimos para comer.Estamos pasando muchas necesidades, como todo el mundo”, comentó la joven.
“Me falta todo. De los útiles no tengo cartuchera, lápices, fibras, lapicera ni carpetas. Para educación física no tengo la campera ni el pantalón. Una amiga me consiguió los zapatos. Siempre la gente fue muy generosa con nosotros”, agregó.