Lindsay Hay pasó por todo el espectro de la maternidad: desde creer que nunca tendría hijos, a conformar una familia completa en un solo embarazo.
La maternidad es un tema que nunca dejará de ser fundamental para nuestras vidas. Partamos por decir que es el motivo por el que todos estamos acá (todos salvo yo, pero ese es tema para otro día). Sin el esfuerzo para llevarnos en su vientre, seguido por un laborioso trabajo de parto de nuestra madre, nunca habríamos llegado a este mundo ni comenzado nuestra propia historia. A sí mismo, algún día puede que llegue el momento en que nosotros mismos decidamos que la persona con la que compartimos nuestros días es la correcta. La miraremos a los ojos y decidiremos que es hora de expandir la familia desde dos (o dos más una mascota) a ustedes dos y un bebé, que luego crecerá para convertirse en un niño juguetón y eventualmente, un adolescente irrespetuoso y con mal gusto para vestirse.
Llegar a ese punto es uno de los objetivos más preciados que una persona puede proponerse en la vida. Dar vida, crianza y guiar en la vida a otra persona es algo que nunca podrá ser suficientemente recompensado.
Por esto es que para muchas personas, enterarse de la noticia de que tienen un problema fisiológico, que complica o incluso impide que puedan tener un bebé, es una de las noticias más fuertes que pueden recibir. Lindsay Hay recibió una noticia como esta, pero en vez de deprimirse y darlo todo por vencido, solo la motivó a buscar otros métodos.
Así fue como dio con un tratamiento de fertilidad, que empujaba a su cuerpo a producir más óvulos de lo normal. De esta manera, aumentaba las probabilidades de que uno de ellos se quedara en su sistema reproductivo, el que luego podría ser fecundado por su pareja. El tratamiento no solo fue un éxito, sino que terminó por funcionar mucho más de lo que se esperaba.
Lindsay pasó de creer que nunca sostendría a su propio bebé en sus brazos, a enterarse que debería hacer espacio en su casa para cuatro niños o niñas. El paso de los meses se fue viendo reflejado en su barriga, que creció casi sin control. En un momento ella tenía la certeza de que perdería a sus bebés; una mujer menuda, Lindsay no se creía capaz de llevar a tantos seres humanos dentro de ella.
Pero finalmente resultó todo bien. Lindsay se convirtió en la afortunada madre de cuatro niños, los que crecen sanos y salvos en el hogar que ella y su marido prepararon para su llegada.