Las productoras más grandes del mundo recortan diálogos y papeles LGBT. Sagas como Star Wars, Harry Potter, o las de Marvel temen mostrar a personajes homosexuales.
Las producciones de Netflix, Hulu y Amazon son un poco más arriesgadas con sus propuestas. A pesar de que hace algunos días quedó en evidencia que, al menos a nivel de series (y en lo que parece ser una nueva forma de invisibilización a la mujer), las lesbianas prácticamente no existen actualmente, sí existe una pequeña apuesta de visibilización por la comunidad LGBT.
A nivel de consumo, esto es algo importante. Vemos cada vez a más personajes que son parte de las minorías en nuestras computadoras, móviles y smart tv’s. Y en una época como la nuestra, se vuelve algo necesario el conectarnos con esa clase de relatos. Sin embargo, el bastión más grande de la industria del entretenimiento visual sigue queriéndolos fuera.
Hoy en día, Hollywood no pone a ningún personaje homosexual en sus blockbusters (producciones pensadas para reventar la taquilla). A pesar de que, en ocasiones se logra vislumbrar alguna pequeña señal de personajes que están conflictuados, o que abrazan un tipo de sexulidad no binaria, pocas veces se ahonda en estas o, simplemente, se les deshecha en el proceso de edición de los largometrajes.
La única posibilidad de ver a parejas unidas en las superproducciones de la industria, es que sean la pareja hetero clásica de todos los tiempos. Algo al estilo de “When Harry met Sally”: una perfecta ficción en la que dos amigos de toda la vida se enamoran y encarnan el ideal tradicional de la pareja. Pero por favor, nada con homosexuales. En “Star Trek: Más allá”, por ejemplo, filmaron el beso de Sulu con su compañero, pero la pantalla grande decidió omitirlo para su audiencia. O con la reciente “Solo: una historia de Star Wars”, donde la bisexualidad de Lando Calrissian (quien coquetea con Han Solo) tuvo que pasar por una serie de filtros para que fuera “apta” para ser vista en los cines. Algo parecido sucedió con Tessa Thompson como Valkyria en Thor: Ragnarok, quien, después de asumirse abiertamente bisexual durante la cinta, vio su escena cortada porque “distraía al público de la trama”.
Excusas como esas son las que hacen pensar que deberíamos replantearnos el objetivo del cine comercial. Sí, estamos de acuerdo. Funciona como entretenimiento. Probablemente uno igual de popular desde su invención, y que tiene una especie de aura de superioridad por sobre todas las otras clases de diversión audiovisual. Sin embargo, ¿qué tan lejos están dispuestos a llegar los productores de la industria con tal de mantener esa comodidad tan conservadora? Hollywood se puso de cabeza cuando el movimiento MeToo sacó a la luz todos los casos de abuso de directores, productores y agentes de la industria. Probablemente el más impresionante (y el que abrió la ola de denuncias) fue el de Harvey Weinstein. Parecía ser que la industria de Hollywood por fin quedaba tildada de conservadora en el peor sentido de la palabra: dispuesta a mantener un nefasto status quo con el fin de no sacudir su propio orden.
¿Y no es acaso, otra forma de discriminación dentro de un esquema cerrado lo que pasa con la comunidad LGBT en estas películas? La respuesta debiese ser un rotundo sí. Sino, vale preguntarse por qué en “Jurassic World: el reino caído”, la paleoveterinaria Zia Rodríguez vio censurada la escena en la que hablaba de su lesbianismo porque “iba dentro de una larga secuencia de casi tres minutos con mucho diálogo que decidimos eliminar ante la gran duración de la película”. Por si fuera poco, incluso aunque esta hubiese sido incluida en el último corte de la cinta (que terminó durando 130 minutos), hubiese sido algo más o menos dudoso. En la escena censurada, la experta en dinosaurios le comentaba a Owen Grady, encarnado por Chris Pratt, que: “No me gustan los hombres pero si lo hiciera, me lo montaría contigo”.
¿El lesbianismo trabaja en función de los hombres? Por supuesto que no.
Sin embargo, hay blockbusters que siguen ofreciendo algún ejemplo que vale la pena replicar: según el informe anual de Glaad (la Alianza Gay y Lésbica contra la difamación), “La bella y la bestia” fue una de las pocas películas de los principales estudios de Hollywood que lograron reflejar a la comunidad LGBT. Se centraron, principalmente, en el personaje de leFou, encarnado por Josh Gad.
Muchas veces, cuando estos temas intentan ponerse sobre la mesa, los medios reciben comentarios del tipo “¿Y qué, ahora solo hacemos películas sobre gays?”. No. El público no le exige a la industria Hollywoodense un “Moonlight” todos los años. Sin embargo, las ficciones también terminan siendo inverosímiles cuando replican universos y parejas que solo se mueven por una línea. La naturalización, la costumbre y la normalización no nace de las creaciones de un arco dramático a partir de la sexualidad de un personaje (cosa que, además, es profundamente comprensible si hablamos, por ejemplo, de una película de dinosaurios), pero mencionarlo, poner un diálogo, intentar profundizar mínimamente en esos temas, no le haría daño a ningún espectador. Y, le guste o no a la industria, tanto críticos como una fracción del público está comenzando a pensar que, simplemente, los homosexuales se ven sacrificados en la plaza pública de la taquilla.
Que no nos impacte saber que en noviembre, cuando se estrene“Animales fantásticos: los crímenes de Grindelwald”, tampoco veremos al joven Dumbledore hablar sobre su homosexualidad. El personaje, ahora encarnado por Jude Law, se referirá únicamente a los temas de magia, porque, claro, quién quiere saber de la vida privada de uno de los personajes más carismáticos y queridos de la saga, aún cuando la propia autora haya dado luces de esto.