Hoy tiene 63 años y sus declaraciones son escalofriantes.
Chloe Jennings-White tiene 63 años y es científica graduada de la Universidad de Cambridge. Vive en Salt Lake, Utah y sufre de una peculiar condición conocida como Desorden de identidad de la integridad corporal, la cual altera la percepción física del cuerpo y la persona encuentra difícil aceptarlo tal cual como es, muchas veces deseando que alguna extremidad sea amputada o ser parapléjico.
En el caso de Chloe, ella piensa que sus dos piernas no le pertenecen y ha dicho que desearía que ambas fuesen amputadas. Dice que la primera vez que supo que era distinta fue cuando tenía tan sólo cuatro años y vio a su tía Olive con rodilleras.
“Yo las quería también. Me preguntaba porqué no nací necesitándolas y sentí que algo estaba mal conmigo porque no los tenía. Algo en mi cerebro me dice que mis piernas no deberían funcionar. Sentirlas se siente incorrecto,” le dijo a Huffington Post.
Durante años, ocupaba vendas sin decirle a nadie pero ahora ha decidido hablar sobre el tema aunque reciba amenazas y la gente la insulte.
Desde pequeña que Chloe intenta fracturarse las piernas sólo para tener que ocupar una silla de ruedas. A los 9 años, se lanzó en bicicleta desde un escenario pero cayó con su cuello. Desde entonces que escala árboles o hace deportes de alto riesgo como esquiar sin protección.
“Esquío muy rápido y trato de hacer las piruetas más peligrosas. Cualquier actividad es una oportunidad de ser parapléjica y me alivia de mi ansiedad causada por mi enfermedad.
Mis amigos y mi familia se preocupan por mí cuando voy a esquiar, ya que saben que me pongo agresiva y saben que en el fondo lo hago para quedar paralítica”.
Hace unos años sufrió de una accidente real en esquí, y tuvo que ocupar rodilleras además de haber sufrido una lesión en su espalda. Pero cree que no es suficiente, y desea que un coche la atropelle.
Chloe pensó que era la única persona que pensaba así hasta que buscó su enfermedad online. Dice haberse sentido aliviada cuando vio que no era “un bicho raro” pues habían cientos de personas como ella.
El psiquiatra Michael First fue quien la diagnosticó con esta enfermedad el 2008 y le recomendó andar en silla de ruedas. Y ella cree que ha sido de ayuda.
“La silla me alivia psicológicamente, en vez de físicamente. Sé que es difícil para otras personas entenderlo, pero es lo que siento. No puedo transformar mi casa en una casa apta para personas con discapacidad, pero utilizo la silla lo más que puedo”.
La mujer incluso ha intentado buscando algún médico que corte sus nervios ciáticos pero el proceso es caro y no pudo pagarlo.
Si bien es respetable que sea una enfermedad psiquiátrica, es difícil sentir empatía por esta mujer.