Ritos australianos de cortejo.
Ni siquiera se trató de un flechazo a primera vista. Lee De Pauuw, un joven australiano de 18 años, confesó a los medios que Sophie Paterson, una turista de Inglaterra de 24 años, no le había impresionado sólo por su belleza, aunque es hermosa. La noche anterior a su “proeza”, la joven habría sido amable con él: tanto, que decidió conquistarla.
Primero se tomó 10 vasos de vino.
La chica lo encontró gracioso, pero en un grupo de jóvenes ebrios eso no era particularmente sorprendente, así que De Pauuw decidió probar con el más grande los sacrificios (y posiblemente el más estúpido): saltar al río infestado de cocodrilos.
Bueno, fue más como:
“Hey, nadaría en ese río lleno de cocodrilos por ti”.
“Qué lindo”.
“No, en serio”.
“Entonces hazlo”.
“Dijo algo en plan ‘voy a nadar y salgo’. Al principio pensamos que era demasiado ridículo para ser verdad y asumimos que no se atrevería, pero se lanzó, y apenas lo hizo comenzó a chapotear y gritar. Había sangre por todas partes y él no paraba de gritar. Pensé que había perdido su brazo por lo mal que se veía”.
Sin embargo, el joven logró liberarse del cocodrilo y recibir atención médica a tiempo para salvar su extremidad.
La verdad es que logró hacerse notar. Sophie quedó horrorizada y en un programa de radio rechazó hasta visitarlo en el hospital:
“Tendría que estar un poco mal de la cabeza para que me impresionara. Además, ser atacado por animales no me parece atractivo– aunque sí me parece que es muy valiente como puede pensar positivo después de algo así”.
Días después, eso sí, cambió un poco su punto de vista.
“Fue una experiencia horrible, pero fue una introducción [a Australia], ¿no? Trataré de irlo a ver el fin de semana”.
Luego de oír esto, Lee De Paauw declaró que ciertamente aprendió una lección:
“Incluso si saltas en aguas infestadas de cocodrilos puedes salir ganando”.
En gustos no hay nada escrito, pero me cuesta creer que este sea el material genético que más merezca reproducirse.