La churrería argentina El Topo experimentó con este sabor, consiguiendo tanto adherentes como detractores. Fueron elogiados incluso por una autoridad regional.
A pesar de que la historia moderna dela humanidad apunta hacia el progreso continuo, hay algunas cosas cuyo diseño se logró de manera tan rotunda en cierto momento, que los expertos no han tenido la necesidad de seguir innovando al respecto. Es lo que pasa con el diseño básico de la bicicleta: puede que los componentes cambien, así como los materiales, pero la lógica de base lleva siendo la misma de hace varias décadas.

Así mismo parece que ocurre con los churros, juzgando por la reacción que una churrería argentina llamada El Topo, tuvo cuando intentó darle una actualizada a la receta clásica de estas exquisiteces.

Todos sabemos que los churros vienen de dos maneras: solos, a los que generalmente se les espolvorea azúcar, o rellenos de manjar. Cada personas prefiere una u otra de las preparaciones, dependiendo de cuánto le guste lo dulce y el manjar. Lo que hicieron en El Topo, fue atreverse a dar una tercera opción.

Quizás lo que hizo que no les fuera del todo bien, fue variar demasiado drásticamente de la fórmula que siempre ha funcionado.

La receta que propusieron y mostraron por sus redes sociales, eran unos churros color verde brillante. Todos se preguntaron de inmediato sobre si estaban teñidos con algo. La respuesta era que habían sido hechos desde un principio con menta, de ahí su intenso color verdoso.

Esto en sí mismo ya era llamativo, pero lo que quizás los llevó demasiado lejos, fue cuando contaron que además de esto, los churros tenían en su interior un relleno que no era precisamente manjar. Lo que traían dentro estos churros era una pasta de limón, similar a la que encontramos en los pies de ese sabor.

La churrería El Topo se tomó con humor el fracaso de su arriesgado producto, acompañando la foto en Twitter con la leyenda “No vendimos ni uno”.

A pesar del fracaso del producto, en redes la publicación fue un éxito. Muchas personas expresaron que se veían apetitosos y que les gustaría probarlos. Al mismo tiempo, algunas personas dijeron que no les parecían apetitosos en los más mínimo. La discusión terminó por ser zanjada cuando una autoridad local se puso del lado de los que sí los querían probar, diciendo “¡Pero qué bien se veían!”.
Luego de eso, consideraron si quizás valía la pena darle una nueva oportunidad a esta receta. Quizás si le ve bien, es algo que empezamos a ver por otras latitudes.