Cuando lo vi, fue inevitable pensar en mi propia experiencia con mi mejor amigo.
Mi perro se llamaba Alex y murió el año pasado. Tenía 12 años. Era un cocker así que, como podrás imaginar, tenía alma de cachorro y una energía eterna. Siempre que llegaba a casa allí estaba él esperándome con una gran sonrisa, meneando la cola y esperando a que abriera la reja para saltarme encima. Un día llegué de un viaje al que me fui por un fin de semana a la playa y al volver no lo encontré afuera esperándome. Temí lo peor. Alex había tenido algunas complicaciones los últimos años y cuatro cirugías debido a que formaba cálculos en sus riñones y pensé que esta vez había tenido otro cálculo que quizás había sido demasiado para él a sus 12 años.
Me apresuré a entrar a casa y allí estaba, aún vivo, recostado en el pasillo de la entrada. Pero algo no andaba bien. Estaba decaído y le costaba levantarse por su propia cuenta. Pronto mi madre me dijo todo. Durante el fin de semana lo habían visto un poco triste así que lo llevaron al veterinario: tenía un tumor que había crecido rápidamente en su estómago. Ya no había nada que hacer. Así que esos últimos días nos preocupamos de estar a su lado todo el tiempo posible, lo acariciamos, le dimos algunas golosinas, hasta que finalmente llegó el día de decirle adiós. Aún hoy cuando lo recuerdo me emociono, pensar en ese momento en el que perdí a mi mejor amigo y compañero de 12 años no es fácil. Sobre todo cuando recuerdo los últimos momentos, cuando lo vi respirar su último aliento. De inmediato supe que ya no estaba allí conmigo. Su cuerpo era el mismo, su pelaje se sentía igual al acariciarlo, pero ya lo había perdido.
Te cuento esta historia porque después de ver el comic que te mostraré a continuación fue inevitable recordar mi propia experiencia. Esta es la historia de la vida de un perro, una historia que probablemente muchos de ustedes ya han vivido, y que les traerá recuerdos tristes pero muy felices a la vez. Y es tan extremadamente real que te conmoverá:
