Hay que partir con dejar que el perro nos huela la mano, para luego pasar a acariciarles bajo la barbilla. Aunque si el perro muestra sus dientes, es mejor huir.
Hay varias cosas en el mundo para las que todos creemos que somos buenos. O lo bastante buenos como para que no tengamos que pensar en ellas. De entre las más fáciles está respirar. Luego quizás comer o tomar agua. Pero no muy lejos de estos está acariciar a nuestras mascotas. Suena simple: solo hay que acercar la mano, posarla sobra nuestra mascota y comenzar a demostrarles nuestro cariño y afecto de la manera más obvia y efectiva que existe.
¿Pero qué pasaría si te informamos que siempre has hecho esto mal? Porque eso es lo que está a punto de ocurrir.

La buena gente de Mental Floss decidió que era hora de buscar la ciencia detrás de lo obvio. Para eso dieron con el doctor Uri Burstyn, un veterinario experto de Vancouver, Canadá, quien explicó que para los perros, todo parte por el sentido del olfato. Por esto es que si uno se acerca a un perro, especialmente si es desconocido, lo primero que hay que hacer es acercarles la mano al hocico. Hay que hacerlo con la muñeca curva, como lo haría un rey que quiere que le besen sus anillos.
Envés de robar tus diamantes con sus labios, lo que el perro hará será oler tus intenciones. Si no tuviste problema con esta fase, viene la definitiva: la caricia misma. Acá es donde la mayoría se equivoca. No hay que partir por la cabeza del perro, como lo hacen casi todos. La mejor manera es partir por acariciar bajo el mentón.

La lógica de esto es que los perros rara vez miran hacia arriba. Por esto es que llegar con una mano por un lugar por el que saben que no ven bien, los puede intranquilizar; incluso, causar que tengan una reacción violenta.

Lo que tienes que hacer siempre es recordar la regla de oro: si el perro te enseña sus dientes, mejor lo dejas tranquilo.