Sí, aunque hayas estado al otro lado del mundo.
Fukushima, en Japón, protagonizó el más reciente accidente nuclear de una larga y trágica lista que incluyen reactores en Canadá, Inglaterra y Estados Unidos, pero sólo puede ser comparado a lo que ocurrió en Chernóbil, Ucrania, en 1986: un desastre no sólo gigante, sino de repercusiones que se arrastran por décadas y aún falta que pase mucho más tiempo para que seamos capaces de medir su efecto.
Este es también el futuro que nos espera en cuanto a Fukushima, a pesar de que el desastre es menor. Sólo podemos decir con seguridad que el diagnóstico no es el mejor.
Al menos ya hay cosas que podemos saber a ciencia cierta sobre Fukushima, gracias al progreso tecnológico y en parte, incluso, gracias al mismo Chernóbil.
A través de robots, se han podido extraer diferentes tipos de suelo de diferentes zonas afectas, además de varias otras muestras. Podemos manejar los niveles de radiación en el lugar (que de hecho aún es tal que los robots no lo aguantan y se averían). Podemos estudiar la baja en las poblaciones animales.
Quizá lo más increíble fue lo que descubrieron el equipo del Instituto Noruego de Investigación del Aire junto a la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares:
“Más del 80% de la radiación se depositó en el océano y los polos, así que la población global recibió la menor cantidad de exposición (…) unos 0.02 milisieverts por persona. Es como si a todos nos hubieran tomado un examen con rayos-X.”
Así que no tienes nada de qué preocuparte. A menos que tiren una bomba nuclear en alguna parte del mundo, deberíamos continuar viviendo con una cantidad “normal” de radiación sobre nosotros.
¿Qué te parece? ¡Del terror!