Por Luis Aranguren
18 July, 2019

El olor a pescado fresco les hizo pensar que tendrían la comida asegurada para sus crías.

Todos sabemos lo delicioso que es el sushi, pero creo que a nadie le gusta tanto como a estos dos pingüinos quienes decidieron mudarse a un restaurant. El problema es que no pidieron permiso y además tenían la intención de tener su nido y hacer una familia ahí dentro.

Las pequeñas aves fueron despachadas en varias ocasiones pero hicieron caso omiso y solo intentaban esconderse aún más para no se desplazadas del que creían era su nuevo hogar.

Pero llevaban algún tiempo pasando desapercibido pues el dueño del bar y sus empleados escuchaban unos arrullos y otros sonidos extraños, ninguno lograba determinar de dónde venían hasta que uno de los trabajadores se percató de esta pareja. De inmediato llamaron a la policía pero uno de estos pingüinos era gruñón y ponía resistencia a la autoridad.

Lo peor y más divertido de esta situación es que la primera vez que lo sacaron del camión de comida, decidió traer a un compañero más tarde y tan solo horas después se les veía campante debajo del lugar de comida.

AP

Los pingüinos en ningún momento dieron su brazo a torcer, eh.. Bueno, su aleta pues a pesar de estar rodeados por los empleados intentaban picar a quienes los agarraban. Todo esto ocurrió mientras el dueño intentaba meter a los animalitos en dentro del local de comida para que no estuviesen en peligro yendo a otro lugar.

“Al principio, pensé que estaba mirando a una paloma. Entonces yo estaba como, oh Dios mío, es un pingüino, luego entré en pánico. No sabía qué hacer “.

-Long Lin, dueño del local

Una de las trabajadoras que lidió con esta pareja de pingüinos los llamó “realmente lindos” y agregó que en varias ocasiones intentó ofrecerles algo de salmón fresco pero no mostraban interés alguno.

AP

Pero lo que parece una historia problemática en verdad es algo positivo debido a que la población de pingüinos se ha recuperado en esa localidad con muchos esfuerzos conservacionistas. Es por esto que los llevaron al puerto de Wellington, a 200 metros del local de comida con una caja especial para que puedan anidar.

Una anécdota que los trabajadores no olvidarán nunca y que seguramente se tomarán el tiempo de visitar a estos pequeños pingüinos de vez en cuando. Unos pequeños invasores a los que le gustaba el olor a salmón fresco.

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